En los tiempos de globalización que corren, cada vez es más complicado encontrar destinos auténticos donde la gente no esté tan acostumbrada al turismo y el viajero pueda llegar a tener, si eso es lo que quiere, una experiencia en la que profundice en la cultura del país. Myanmar es, aún, uno de esos lugares. Sin embargo, no tardes mucho en visitarlo porque su mayor apertura al turismo en los últimos años le ha puesto en la senda para convertirse en otro de los turísticos países del sureste asiático.
Junto al puente de U Bein en Mandalay
Tras las elecciones del pasado mes de noviembre que han llevado al NLD de la premio Nobel Aung San Suu Kyi al poder, el aperturismo internacional de Myanmar se debe ver acentuado y cada vez serán más los turistas que lleguen a contemplar las grandes bellezas que posee el país. Si en mi primera visita (2011) eran unos 350.000 extranjeros los que llegaban cada año, en la segunda (2015) esa cifra se había multiplicado por diez. Y es que Myanmar tiene mucho que ofrecer a aquellos que vayan buscando bellos paisajes, monumentos, compras, cultura y gentes increíbles. Es decir, hay para todos. El tiempo ideal para poder recorrer sin prisas la ruta habitual actual (quizá con los cambios políticos en un futuro sea posible visitar otras zonas del país que se encuentran cerradas al visitante) es de unas 3 semanas. Esto es lo que no te puedes perder en Myanmar:
1. Rangún (Yangon)
Mercado en Yangon
Entre el caos y la suciedad aparente se levanta una ciudad viva que merece la pena vivir. Suele ser el punto de llegada de la mayoría de vuelos internacionales y la gente sale corriendo en cuanto puede, pero os aconsejo que no lo hagáis. Y no solo por la Shwedagon Pagoda, el monumento más importante del budismo. Más allá de las pagodas y algún edificio de la época colonial británica, lo mejor de Rangún es tomarle el pulso a su frenética actividad diaria.
No dejes de tomar el tren circular que cada mañana parte de la estación de ferrocarril. Durante 3 horas recorre los suburbios de la ciudad. Sin bajarte del mismo (nunca sabes cuánto tiempo para y no anuncia su salida, con lo que puedes quedarte en tierra sin quererlo) puedes observar el día a día de miles de birmanos. Casas y chabolas, barberías al aire libre, mercados, campos de cultivo donde la gente trabaja denodadamente, etc. Gentes de campo, cargando verduras y frutas en grandes fardos, se mezclan con jóvenes urbanitas que están enfrascados en las pantallas de sus smartphones.
Los olores le dan un mayor realismo a una experiencia perfecta para comenzar a sumergirte en Myanmar. Si quieres alquilar un coche os recomendamos hacerlo a traves de nuestro buscador:
Vistas desde la colina de Sagaing
La última gran capital de los reyes birmanos fue conquistada, sin disparar un tiro, por los ingleses a mediados del siglo XIX.
Hoy en día es un gran centro de actividad comercial e industrial pero sigue manteniendo cierto aura colonial. Sin embargo, los lugares más interesantes de Mandalay se encuentran en sus alrededores. Las antiguas capitales birmanas como Ava, Amarapura (con el famoso puente de teca de U Bein, el más grande del mundo realizado en este material) o Sagaing hacen que puedas pasar varios días entretenido.
Particular belleza atesora Ava, suspendida en el río Ayeyarwardy, mostrando sus templos, pagodas, palacios y fortificaciones a aquellos que la visitan. Alquila una calesa y descúbrela sin prisas.
Bagan, la ciudad de las 3000 pagodas
Sin duda, el lugar más especial (y visitado) de Myanmar. Durante el “corto” espacio de dos siglos de esplendor, aquí se construyeron más de 3.500 pagodas y templos. El Viejo Bagan es una red inacabable de caminos y sendas que conectan pagodas de todos los tamaños posibles. El boom turístico de Bagan ha hecho que cada vez sean más los birmanos que dejan el campo y se dedican a algún negocio dedicado con el turismo. Aún así siguen existiendo bellos campos de cultivo en los alrededores, creando una combinación de colores y tradiciones que te dejarán absorto.
La mejor época para visitarlo es, contrariamente a lo que muchos piensan, durante la época de lluvias (o justo al finalizar). Es de las regiones que menor cantidad de agua recibe durante esos meses y, aunque llueva, esto se compensa con creces cuando observas la estampa de los templos escondidos entre campos y prados verdes. Los atardeceres y amaneceres en Bagan son realmente mágicos. La opción de observarlo desde los aires te la brindan compañías que poseen globos aerostáticos durante los meses de la temporada seca.
El lago Inle
Lago de Inle
Otra de las paradas obligadas de la ruta. La vida en el lago Inle se desarrolla sobre casas de bambú y madera, construidas sobre pilones que se incrustan en el fondo del lago. La mejor forma de visitarlo es en barca, pero intenta imponerte a tu guía y, salvo que te interesen mucho las compras de artesanías, convéncele para que te muestre la vida del día a día en uno de los pueblos flotantes.
Esa es la parte más bonita de Inle. Sobre todo ahora, cuando el turismo ha empezado a llegar en oleadas potencialmente peligrosas. Los talleres de plata, puros, embarcaciones, productos en papel, seda, etc. no están mal, pero tras un par de horas ya cansan. Sin embargo, los mercados de los pueblos que descansan a orillas del lago, sí tienen un gran interés cultural. No os perdáis el de Inthein. Incluso aunque no sea día de mercado, tan sólo el recorrido hasta llegar al embarcadero ya merece la pena.
Kengtung
Arrozales alrededor de Kentung
Aunque el pueblo en sí no tiene nada especial, merece la pena hacer trekking por los alrededores de Kengtung. Visita la zona justo tras las lluvias para verla en su mayor esplendor. En las montañas circundantes habitan varias etnias distintas que profesan religiones tan opuestas como el budismo, el cristianismo o el animismo y conviven en paz y armonía. Los Pao, Palaung y An son algunas de ellas. Verdes montañas, extensos campos y terrazas de arroz moteadas por pequeñas construcciones de madera y bambú, aldeas donde las gentes visten aún sus prendas tradicionales y viven del campo, la artesanía y el comercio con sus vecinos.
Lo mejor de todo es que aún son muy pocos los turistas que visitan esta zona. Así es, a grandes rasgos, Myanmar. Si hablas algo de inglés es muy sencillo organizarte tu propio viaje y los birmanos estarán prestos a ayudarte amablemente con lo que necesites sobre el terreno. No esperes mucho más para emprender tu viaje porque el turismo en Myanmar no va a dejar de crecer y quizá ya no encuentres lo mismo que yo aquí describo.
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